La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos, o cuando no podemos lograr alguna meta importante, sentimos ira. Entender que el enfado tiene una importante función, nos ayudará a manejar la emoción. La ira nos sirve para llamar nuestra atención, para resolver la situación que nos está afectando de manera negativa, nos ayuda a reafirmarnos, a expresar el propio punto de vista y nuestras necesidades.
En muchas ocasiones, sentir rabia es algo inevitable, justificado e incluso útil, pero otras veces, conlleva una explosión que acaba sacando la peor parte de la persona.
Reconducir la energía que se genera con la ira significa conocer la emoción para poder controlarla. Por un lado, aceptar su presencia y saber que los pensamientos y sentimientos que la acompañan son irracionales. Por otro, es necesario encontrar la manera de sentirse dueño de la situación, con la capacidad de razonar y comprender.
Ira que destruye en ira que construye…. ¿Qué pasaría si esta emoción tan intensa y poderosa que puede llegar a nublar la capacidad de pensar y hacernos perder el control, pudiéramos utilizarla de manera que nos ayudara a resolver las situaciones de conflicto?
Propongo una serie de pasos para aprender a encauzar la ira:
• Reconocer el sentimiento. Es importante detenerse a identificar qué es exactamente lo que se siente, intentando poner en palabras las sensaciones. Reconocer que estamos airados y que algo nos ha molestado
• Admitir la frustración. El enfado es una señal que aparece ante un deseo o una expectativa que no se ha visto realizada; la rabia surge por una percepción de frustración o daño. Para descubrir qué ha desencadenado esa rabia, podemos hacernos algunas preguntas: ¿Cuál ha sido la situación que me ha molestado tanto?, ¿Por qué me enfurezco de esta manera?, ¿Lo que siento en este momento, me recuerda a alguna experiencia desagradable pasada?
• Asumir la responsabilidad. La tendencia más fácil al sentir la rabia es echar las culpas fuera, hacia las otras personas o circunstancias. La ira, de quien más habla es de nosotros mismos, de cómo reaccionamos ante un hecho. Si lo entendemos así, nos ayudará a responsabilizarnos de nuestra emoción y a conocernos a través de ella.
• Liberar la energía. Al sentir ira, el cuerpo responde al instante segregando adrenalina, la hormona que tensa los músculos, acentúa la alerta e incrementa los latidos del corazón. Es una respuesta instintiva. Para descargar esta tensión, podemos llevar a cabo diferentes alternativas: Correr unos metros, dar golpes sobre un cojín, gritar; tomar distancia dando un paseo, sentarnos a respirar durante unos minutos hasta que nos sintamos más calmados.
• Expresar el mensaje. Una vez que comprendemos lo que estamos sintiendo, hay que hacer llegar a la otra persona nuestros sentimientos, nuestro punto de vista, la expectativa que no se ha visto cumplida. Asumir los sentimientos propios, teniendo en cuenta también las necesidades y sentimientos de la otra persona.
Reflexión: Cuando sientas ira, antes de cualquier cosa guiada por ella, sácala a pasear, déjala caminar junto a ti, para que vaya diluyéndose con cada paso. Mira alrededor, la gente que viene y va, los niños, los animales, la vida que llega a refrescarte, a calmarte y decirte… “Eres humano, todo está bien, incluso sentir esto” déjala ir, de tu cuerpo y de tu corazón… liberándolo de esa sensación de ahogo y frustración. Ahora estás listo; pregúntate ¿Qué es lo que necesito hacer por mi bien y el de los demás? Tal vez sea poner límites, aclarar ciertos puntos, ser honesto, ser verdadero… Piénsalo y actúa, tu puedes.
Recibe nuestras novedades, cursos y eventos en tu correo
Deja una respuesta